Obituario Dr. Raúl García Rinaldi

Raúl García Rinaldi, MD

Mayagüez es una bonita ciudad costera de uno de los estados asociados a los Estados Unidos de Norteamérica, Puerto Rico.

Raúl García Rinaldi desarrolló allí no sólo un servicio de cirugía cardiovascular muy importante sino una cosa más importante: incentivó la educación de una enorme cantidad de jóvenes portorriqueños apasionándoles por algo muy diferente de lo que acostumbrábamos a ver en película como West Side Story de quienes, en aquella época habitaban, el Bronx neoyorquino.

Raúl se graduó en la Escuela de Medicina de la Universidad de Puerto Rico. No era descendiente de médicos sino de una madre con varias intervenciones a cuestas y con dolencias cardiacas. Como explica en una entrevista, “en mi libro de bebé decía: Llegó el médico y en verdad, nunca consideré otra cosa que no fuera ser médico”.

Sus contactos con un cirujano digestivo que atendía a su madre, le permitieron asistir a algunas intervenciones quirúrgicas lo que hizo que se despertara en él la pasión por la cirugía. Eso, unido a sus preocupaciones por la enfermedad de su madre, le inclinaron por la cirugía cardiovascular. Por un error de papeles terminó en la Universidad de Minnesota, dónde en la época estaba la flor y nata de la cirugía del corazón, pero al tiempo quiso ver cosas nuevas y futuristas y se fue a Houston.

Aunque en una ocasión, ya formándose cerca de Michael DeBakey a quien admiraba por sus extraordinarias dotes quirúrgicas y visión de futuro, le preguntaron por qué había escogido esa especialidad. Contestó que la Cirugía de Toras era la mas atractiva. El periodista le corrigió y le dijo que Tórax es con x. El, muy hábilmente, le dijo que no. Que el era de “toras…”; de toras las que puedo.

Tras casi 25 años en los EEUU y con innumerables viajes entre medio, incluido a Europa, de donde decía se encontraban los mejores cirujanos para reparar válvulas. Estuvo en el Hospital de Valdecilla, en Santander, una corta temporada con Carlos Durán aprendiendo a practicar anuloplastias mitrales. Allí le conocimos varios y entre ellos José Manuel Revuelta que poco después pasaría una larga y muy productiva temporada en el Baylor College con Rinaldi. Juntos, escribieron muy importantes artículos científicos en las mejores revistas de la especialidad, desarrollaron instrumentos quirúrgicos nuevos para facilitar esa cirugía y conceptos como el uso de cuerdas de PTFE sobre lo que Revuelta trabajó intensamente en la Universidad de Cantabria; un legado que nadie les podrá quitar y que nos ayudó a muchos a mejorar en la reparación mitral y otras muchas áreas.

Pero García-Rinaldi, echaba de menos Puerto Rico. De hecho, había conseguido un acuerdo que le permitía trasladar pacientes de Puerto Rico a Houston a precios asequibles; pero ese contacto permanente con sus compatriotas le tiraba cada vez mas y en el 2001 se fue, con todo, a Mayagüez.

Fue un 14 de febrero, hará este domingo veinte años, cuando hizo su primera intervención a corazón abierto en un hospital que, recuerda, estaba casi vacío al llegar. Pero tenía el apoyo incondicional de las autoridades locales y de la Universidad y su visión fue de que podía ser capaz de crear un impacto tremendo en la población. Y así fue. Investigación, docencia y una asistencia ininterrumpida, trabajando incansablemente y a todos los niveles. Tuve el placer de comprobarlo hace aproximadamente dos años.

En febrero de 2019, me invitó a Mayagüez a dar una charla en el hospital. Varios de sus alumnos vinieron a recogerme al aeropuerto en un jeep y me trasladaron las casi cuatro horas de carretera hasta allí. Pude apreciar su agradecimiento al Profesor y la ilusión con la que habían creado algo que, me parece, se denominaba Escuela de Pre-Medicina. Junto a Rinaldi y varios colaboradores cenamos en un magnífico restaurante junto al mar y de allí me acercarían posteriormente al hotel, tras un largo viaje desde Barcelona, a Madrid, a Miami y a San Juan en avión y desde allí a Mayagüez en coche.

Pero la sorpresa no fue nada relacionado con la charla con los cirujanos y colegas del hospital. No. Fue que me pedía dar una conferencia en esa Escuela la mañana siguiente a las 0830, y hacerlo en el teatro mas importante de la ciudad, algo así como el Teatro Real en Madrid. Me hubiera parecido disparatado si no fuera por la explicación de los alumnos: venían mas de 800 jóvenes de toda la isla de Puerto Rico a una reunión en ese teatro para enfocar su interés y yo tenía una hora para darles una charla, en una jornada denominada Conversatorio para Profesionales de la Salud, sobre la cirugía cardiovascular y la innovación. Los chicos pagaban una modesta cuota de inscripción y se buscaban la vida para el transporte y el alojamiento la noche antes. El Ayuntamiento y la Fundación de Rinaldi ponían el local y la logística necesaria…audiovisuales, organización, etc.  Y eso incluía mi vuelta al aeropuerto para volver esa misma mañana a España en un vehículo del Ayuntamiento.

Pocas cosas dejan huellas semejantes a profesionales como nosotros. Y, sin duda, del Dr. Raúl García Rinaldi se podría escribir largo y tendido. Persona peculiar donde las haya, pero entrañable hasta límites insospechados. Fue miembro de unas 40 asociaciones médicas, tiene mas de 200 artículos de investigación publicados y ha puesto el nombre de Puerto Rico en un lugar muy alto de la cirugía cardiovascular y, lo más importante, ha ayudado a que miles de personas tengan una mejor calidad de vida y que los jóvenes aprendan mas allá de lo que se escribe en los manuales. De la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona, han sido muchos los beneficiados por su carisma y capacidad docente. Algunos, que seguro hoy están tristes por su muerte, han ido a visitarle en mas de una ocasión durante sus vacaciones estivales para recordar los excelentes tiempos disfrutados en su compañía y las lecciones aprendidas. Además de su sencillez destaca su bonhomía e interminable capacidad de trabajo, su amistad con los amigos y su permanente deseo de seguir siempre aprendiendo.

Descansa en paz, Raúl. Nuestras condolencias a Jeanette. Y mil gracias

 

José Luis Pomar