El desarrollo vertiginoso de la tecnología en los últimos 20 años hace que hoy hablemos día sí, día también de la inteligencia artificial. Los avances en investigación médica han aumentado la supervivencia ante enfermedades como el cáncer, prolongando la vida de pacientes con metástasis y curando tumores que hace dos décadas mataban. Pero hay especialidades donde las enormes mejoras proceden de innovaciones y descubrimientos de mitad del siglo pasado. La cirugía cardiaca, cuya gran revolución tuvo lugar hace 70 años con la invención de la máquina de circulación extracorpórea (CEC), es el ejemplo.
Hasta 1953 el corazón era un territorio apenas inexplorado. Entrar en el órgano era casi imposible. En el momento en el que se abría, la sangre salía y el paciente moría. Se trabajaba en la superficie, con pequeñas incisiones o agujeros y metiendo el dedo o un pequeño aparato dentro del corazón para abrir alguna válvula que estaba cerrada. Era trabajar a ciegas.
El doctor estadounidense John H. Gibbon llevaba años estudiando la idea de una máquina que hiciera las funciones del corazón, bombear la sangre, y la oxigenara adecuadamente, como hacen los pulmones.
El 6 de mayo de 1953, en el Jefferson University Medical Center de Philadelphia, usó su máquina de circulación extracorpórea, desarrollada con la colaboración de IBM, cerrando exitosamente una comunicación interauricular en una paciente de 18 años. De la cirugía a ciegas se pasó a la cirugía a corazón abierto, lo que provocó un crecimiento exponencial. Se pasó de la nada al todo: solo 14 años después se hacía el primer trasplante de corazón.
´´Esta máquina revolucionó la cirugía cardiaca porque hasta entonces era anecdótica, se hacían solo pequeñas operaciones. Gracias a este sistema hoy podemos hacer todo lo que realizamos. Lógicamente, la tecnología ha revolucionado y el dispositivo ha cambiado. Pero la esencia, el principio es el mismo: bombear y oxigenar«, explica Gregorio Rábago, jefe de Servicio de Cirugía Cardiaca de la Clínica Universidad de Navarra (CUN), que participa en un acto que organiza el martes día 9 la Sociedad española de Cirugía Cardiovascular y Endovascular (SECCE) para honrar la hazaña de Gibbon.
Con el uso surgieron problemas que se fueron solucionando. ´´Hay que pensar que hablamos de 1953, de cómo era el nivel del transporte aéreo o las comunicaciones, comparadas con hoy. Las máquinas eran rudimentarias, con materiales que fundamentalmente eran el metal, el acero«. El cirujano de la CUN pone en contexto más de 50 años de avances.
´´Tampoco había el conocimiento actual de la Biología y la Fisiología. Obviamente los primeros pasos fueron un fracaso y de hecho Gibbon, tras varios pacientes que se murieron, se frustró tanto que abandonó la cirugía y la circulación extracorpórea«, relata Rábago.
´´Otros pioneros continuaron hasta que dieron con la solución a los problemas que les iban surgiendo y consiguieron traer la cirugía a lo que es en nuestros días, pero la cirugía cardiaca siempre se ha basado en éxitos y fracasos«.
Por ello, el especialista habla del valor, y lo subraya, que demostraron los profesionales. ´´Todos los que empezaron en esta época tuvieron fallos severísimos y solamente el coraje que tuvieron para admitir el fracaso y continuar hizo que evolucionaran. Esa es un poco la visión del cirujano cardiaco: tienes que aceptar los fracasos para continuar avanzando. Y en aquella época muchísimo más«.
Rábago insiste en que la esencia de este dispositivo continúa siendo la misma en 2023, pero obviamente se ha visto beneficiada por los avances de la tecnología y la investigación y la máquina de los años 50 y la de ahora no tienen nada que ver. Bien sabe de lo que habla porque puede contar casi de primera mano mucho sobre el tema ya que es hijo del doctor Gregorio Rábago Pardo, que realizó la primera operación cardiaca con circulación extracorpórea en España, en diciembre de 1958, en la que también estaba un primo de su padre, el doctor Pedro Rábago.
´´Tía de los dos era Conchita Rábago, mujer del doctor Jiménez Díaz, que prohijó un poco a mi padre cuando se quedó huérfano en el año 39 y por eso estudió Medicina«, recuerda el cirujano. ´´Al acabar la guerra, mi abuelo, que era abogado, tuvo un accidente de coche y falleció por un taponamiento cardiaco: del golpe hubo derrame pericárdico, algo que hoy sería una tontería, pero en esa época nadie se atrevía a abrir el corazón y el pericardio«.
Tras formarse en la Universidad de Madrid, en 1952 Rábago Pardo va a hacer Cirugía General al Hospital Provincial de Madrid con el doctor Gonzáles Bueno. En enero de 1956 recibe una beca de la Fundación del Amo y se va a EEUU donde entra en contacto con la cirugía cardiaca de la mano de importantes especialistas de Los Ángeles, Harvard y Philadelphia (con Bailey, otro de los padres de la cirugía cardiaca) hasta octubre de 1957, que regresa a España, al servicio de Cirugía Cardiaca de la Fundación Jiménez Díaz (entonces se llamaba Clínica de La Concepción), que se había inaugurado en el año 55. Con el jefe de servicio, el doctor Castro Fariñas, empezaron a experimentar con perros y en junio de 1958 la Fundación del Amo donó al hospital la primera bomba de circulación extracorpórea que se usaba en España, una Kay Cross.
Ese mismo año, Rábago Pardo se hizo cargo del Servicio de Cirugía Cardiaca y el 10 de diciembre realizó la primera operación a corazón abierto en nuestro país. ´´Del equipo que la realizó quedan solo dos personas vivas, con más de 90 años. Una es el jefe de Cardiología en esa época, Pedro Rábago, primo de mi padre, y la otra es el cirujano Miguel Urquía, que fue perfusionista en esa intervención«.
La cirugía, una estenosis pulmonar, fue bien, pero a los ocho días el paciente, de 21 años, falleció de una hemorragia suprarrenal. Era un paciente con antecedentes de tuberculosis y un absceso pulmonar. ´´A los pocos días, se montó una sesión en la asociación médico-quirúrgica de Madrid, donde hubo una discusión muy enconada entre diferentes profesionales y se criticó si se había hecho correctamente``, rememora Rábago quien apunta cómo aquello fue el pistoletazo de salida a los logros actuales.
´´Los que realizaron la intervención eran todos profesionales muy jóvenes, por debajo de los 30, con ganas de hacer cosas en una sociedad que médicamente todavía se manifestaba muy conservadora. Al final se llegó a la conclusión de que se había hecho lo que se tenía que hacer. La carrera ha sido imparable hasta nuestros días«.
Aunque las comparaciones son odiosas, Rábago asegura que nunca le han preocupado. ´´Siempre tienes un poco más de presión, pero mi padre tenía su carrera y yo tenía la mía«, sentencia. ´´Para mí siempre ha sido un orgullo ser hijo de mi padre y desafortunadamente no pude trabajar mucho tiempo con él. Yo me fui al extranjero a completar mi formación, estaba entre EEUU y Francia, donde precisamente murió mi padre con 62 años. Era el año 92 y fue a París a recibir un tratamiento de quimioterapia experimental, pero no lo toleró bien y terminó falleciendo. Sin embargo, la exigencia, el trabajo y que el paciente es lo primero lo aprendí de él«.
El cirujano cardiaco de la CUN termina insistiendo en el coraje para fracasar. ´´Cuando tienes una desgracia en el quirófano, al día siguiente tienes que operar, no te puedes parar porque si no, no avanzamos. Pierdes a uno, pero salvas a 100, así que el balance es positivo«. Y remacha que todo lo que hoy es posible reparar y arreglar en la bomba del organismo empezó con la máquina corazón-pulmón.