¿Qué se siente al llevar el corazón de otra persona? Muchas de las respuestas, porque evidentemente no hay solo una, las ha recogido el prestigioso cirujano Manuel Concha, el primero en trasplantar un corazón en la comunidad andaluza, en su último libro «Relatos inconexos», que se publicará próximamente.
El cirujano recuerda un caso con especial cariño. El de Arancha, que fue trasplantada con tan solo cinco años: «Su madre me pidió que fuera a verla, que estaba muy triste. Me senté en su cama para ver qué pasaba. La niña, llorando, me preguntó si era verdad que el corazón que llevaba era de un niño y que si a ella le saldría un pito», cuenta a este diario entre risas.
Anécdotas tiene por miles. Manuel Concha tiene 82 años y muchas cirugías a las espaldas. En 1986, como jefe de servicio de Cirugía Cardiovascular del Hospital Reina Sofía de Córdoba, realizó el primer trasplante de corazón en Andalucía, que llegó por helicóptero desde Granada. Fue también el primero en trasplantar a un bebé. Eso fue en 1994, a una niña llamada Laura, con tan solo ocho días de vida, y con la que sigue manteniendo el contacto 38 años después. Con muchos de aquellos niños a los que salvó la vida tiene un grupo de WhatsApp que han bautizado «Nuevos corazones». «Algunos, cuando vienen a Córdoba, me llaman para que comamos, me gusta saber cómo les va», asegura el doctor.
Allí, en su ciudad –aunque ahora reside en Madrid– le hicieron el martes un homenaje en el Palacio de Congresos de la calle Torrijos, que él mismo inauguró en el año 86, meses después del hito de su carrera, al celebrar allí el VIII congreso de la Sociedad Española de Cirugía Cardiovascular y Endovascular (SECCE). Casi 40 años después, el Palacio de Congresos le ha dedicado un rincón con una placa conmemorativa en reconocimiento a su carrera. Al acto, que tuvo lugar el martes, acudieron destacadas personalidades del mundo de la cirugía, así como el alcalde de la ciudad, José María Bellido; la exalcaldesa Rosa Aguilar, el gerente del hospital Reina Sofía Francisco Triviño y la gerente del Servicio Andaluz de Salud (SAS), Valle García.
Además de cirujano y miembro de la SECCE (ahora emérito), Concha ha sido catedrático en la Facultad de Medicina de Córdoba y también se ha volcado en el mundo de la cultura, sobre todo en la escritura, y ha publicado distintos libros como «Pleamar», «Antártida» o «Textos inconexos».
A sus 82 años asegura que no piensa en la muerte, aunque haya estado cara a cara con ella en muchas ocasiones en la mesa de operaciones. «Hago una vida activa y escribo mucho. No pienso en ella, ni me lo planteo. Tampoco soy muy religioso. Cuando llegue, llegará, no es un pensamiento que me bloqueé, siempre pienso que la muerte está lejos», apunta el cirujano.
Quizá haya sido esa su tabla de salvación en los momentos más duros de su carrera. Lo peor, dice, es cuando se morían niños y «había unos padres esperando noticias». Dice que no ha necesitado terapia porque su mujer ha sido «mi sostén». Fue su secretaria durante 40 años en el hospital y «mi primer peldaño en la consolación». «Cuando salía del quirófano iba a verla y depende de las ojeras con las que entrara a su despacho ella ya sabía cómo había ido la cosa», rememora.
Sobre el futuro de la cirugía cardiovascular, Manuel Concha explica que la «gran ilusión» son los órganos artificiales, «sobre todo en pediatría, porque es muy difícil encontrar donantes». «Yo sigo creyendo en los xenotrasplantes», apunta el cirujano, pese a que por el momento no han funcionado. El año pasado se murió el segundo paciente en recibir un corazón de cerdo modificado genéticamente, con lo que la posibilidad de usar en humanos órganos procedentes de animales todavía está lejana. Aunque, como explica Concha, «elementos aislados como válvulas de cerdo sí se utilizan en pacientes, bien como paso intermedio hacia el trasplante o como solución definitiva». De hecho, «aquí en Córdoba hemos puesto varios en adolescentes y han funcionado».
En un futuro y «gracias a los avances en inmunología», cree que los xenotrasplantes y los órganos artificiales podrán ser una realidad en la sanidad.
Por eso, dice, «hay que desmitificar el corazón». «Platón decía que el alma no podía situarse en el cerebro, porque estaba frío. A partir de ahí, el amor se focalizó en el corazón, porque es receptor de muchas emociones y responde a ellas con cambios, con taquicardias, acelerándose…. pero hay que desmitificarlo, el corazón es tan solo un músculo».